Celeste.
Mi respiración era un caos.
No por el esfuerzo, ni por el dolor físico. Era la libertad golpeándome el pecho desde adentro, como si mis pulmones nunca hubieran conocido el aire limpio hasta ahora.
—Uff… —resoplé.
Ver los cuerpos sin vida y destrozados en el suelo, me hizo sentir aliviada, porque ellos terminaron igual que mis padres. Era lo que había planeado desde el día uno.
Caminé. Paso a paso, dejando atrás el lago teñido de estrellas, las hojas revueltas por la batalla, y los cuerpos inertes de Luther y Elise. Ya no me pesaban. No como antes. Ahora solo eran restos de un pasado que se había atrevido a desafiarme… y había perdido.
Vi a Kael.
Estaba de pie, aún en el mismo lugar donde había permanecido todo este tiempo. Firme e inquebrantable. Su silueta bajo las estrellas era la de un guardián sagrado… pero cuando me vio, abrió los brazos sin dudar.
Corrí hacia él con un nudo en la garganta. Su simple presencia me daba seguridad. Y cuando sus brazos me envolvieron, po