Kael.
El humo se alzaba como una despedida amarga. La mansión crujía detrás de mí, sus cimientos empezaban a desmoronarse, lo que alguna vez fue un hogar para un clan de vampiros, estaba dejando de existir.
Yo no solté a Celeste. La llevaba entre mis brazos como si el mundo aún quisiera arrebatármela. Mi prioridad era sacarla de ahí con vida...
Esquivé los escombros a toda velocidad, guiado por el aroma del bosque y la voz interior que me gritaba que resistiera un poco más. Cuando crucé el umbral de la puerta y una explosión detrás de mí me empujó un poco, los vi. Mi equipo.
—¡Kael! ¡Por aquí! —Me llamó Nolan, sacudiendo su brazo.
Damián fue el primero en correr hacia mí con el miedo dibujado en su rostro. Apenas vio a Celeste, colocó con suavidad una mano sobre su frente, concentrado, usando su poder de sanador para leerla.
—Está viva… —murmuró, cerrando los ojos brevemente—. Pero no aguantará mucho si no la atiendo. Armaré una camilla rápida con las hojas.
Asentí, el nudo en mi