Kael.
El mundo se redujo a un solo punto cuando llegué a la ubicación de mi luna.
Ver su cuerpo en el suelo. El cuchillo de plata atravesando su pecho. La sangre manchando su ropa, su piel pálida por el dolor…
La rabia me cegó y solo fijé al enemigo como si fuera una presa por cazar.
Scarlet tenía que morir sí o sí. Pagaría por todo lo malo que había hecho, y tal vez yo no era el que debía juzgarla, pero matarla me quitaría la maldición.
Me lancé sobre ella con una fuerza brutal, cada músculo de mi cuerpo gritaba por venganza, por su culpa perdí a personas importantes en mi vida... La bruja no merecía seguir respirando.
—Te mataré —mascullé, lleno de rabia.
—¡Aléjate de mí!
El impacto la hizo tambalearse, pero con suerte, logró soltarse de mi agarre. Se movió con rapidez para mantener distancias, recuperando el aire, y me miró con una sonrisa burlona.
—No ganarás esta batalla, querido —escupió, secando el sudor de su frente—. No pienso dejarte. Tú no vas a arruinar mi gran plan