86. Evelyn tiene un cómplice
El aire en la celda era espeso, cargado de una tensión palpable que parecía oprimir el pecho. Damián, aún en los brazos de Isolde, luchaba por mantener la consciencia. Su cuerpo estaba marcado por el veneno que lo devoraba desde adentro. Sus venas, oscuras y dilatadas, parecían consumirlo a cada segundo, llevándolo más cerca de la muerte. Isolde no podía soportar la idea de perderlo.
— ¡No me moverán de aquí sin mi luna!
Damián, débil y con la respiración entrecortada, dejó escapar esas palabras como un mandato, y aunque su voz era un susurro, la firmeza de un Alfa se percibía en cada sílaba. A pesar de la agonía, no cedía.
Alexander, que ya había dado la orden de trasladarlo sin considerar las consecuencias, se detuvo. Las palabras de Damián calaron en lo más profundo de su ser, desafiando su autoritarismo. Era evidente que no podía ignorar esa orden directa, aunque la situación se volviera más desesperada con cada segundo que pasaba. Con un gesto casi imperceptible, dio la orden d