39. Tengo muchas preguntas, Abigail.

El jardín estaba envuelto en la luz cálida del atardecer, proyectando sombras alargadas sobre el césped. El aroma de la hierba recién cortada flotaba en el aire, entremezclándose con la dulce fragancia de las flores en plena floración. Rowan reía con inocencia mientras corría entre los arbustos, su risa infantil resonando en la brisa ligera de la tarde. A unos pasos de distancia, una de las sirvientas lo vigilaba con discreción, asegurándose de que no se alejara demasiado.

Isolde y Damián se alejaron en silencio, dejando al niño sumido en su propio mundo. Caminaron sin rumbo fijo hasta adentrarse en una zona más apartada del jardín, donde los árboles ofrecían un resguardo natural y la luz se filtraba entre las hojas en suaves destellos dorados. El ambiente, sin embargo, se tornó más denso, cargado de una tensión latente que crecía con cada paso.

Damián se detuvo abruptamente y se giró hacia ella, cruzando los brazos sobre su pecho. Su mirada era intensa, escrutadora. Buscaba respuesta
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