113. Me llamaron "corrupto", "aberración".

El encuentro con Damián y la joven Luna no significaba una derrota para Alexander, sino una confirmación. Los hilos de su plan ancestral seguían tejiéndose, y el despertar del Alfa solo añadía más sabor a su victoria venidera.

— Inocentes — murmuró Alexander más para sí mismo que para que cualquiera pudiera escucharlo — Creen que me han detenido. Qué fútil. Solo han acelerado lo inevitable.

Su mente viajó a través de milenios, a los albores de su linaje.

Él había sido el segundo hijo. El hermano gemelo y menor por unos pocos minutos, del Primer Ojo de Luna. Mientras su hermano nacía bañado en la luz plateada de la Diosa, celebrado como una bendición y un faro para el mundo, Alexander emergió envuelto en sombra, ignorado, silenciado. El segundo. El otro. Pero no era débil. Solo era distinto. Y cuando su hermano alzó la voz de la Diosa, Alexander sintió el eco… no como un llamado, sino como un hambre. Una necesidad antigua de poseer, de absorber. Descubrió que podía tomar esa luz. R
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