112. Eres insignificante.

— ¡Basta! — interrumpió Damián, su voz rugiendo con una ira contenida — Te encerramos porque traicionaste a tu manada, Alexander, no para oír tus excusas.

Isolde se unió a su lado, posando su mano de forma delicada pero firme en el brazo de Damián, sintiendo la vibración de su rabia. Alexander, encadenado, sonrió con desprecio.

— Las leyendas hablan de un equilibrio de luz y sombra — murmuró Alexander, su voz adquiriendo un tono inquietante — Yo soy la sombra que ajusta la balanza, la que controla que la luz no se descontrole. Llevo milenios haciéndolo, sin permitir el nacimiento de más como yo y eliminando a los que son como Rowan. Pero esta vez no. El cachorro que está por nacer, va a ser mi venganza para todos vosotros.

— No permitiré… — comenzó a hablar Damián, pero Alexander alzó la voz, cortando el aire con su insolencia.

— No sabes lo insignificante que eres — se burló — Mi poder se ha mermado siglo tras siglo. He rejuvenecido cada cierto tiempo drenando la magia de cada nuevo
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