Capítulo 87. Debes morir.

Los días fueron pasando, ya habían transcurrido dos semanas desde que el bebé estaba con ellos, le habían comprado su cuna para que durmiera en la cama, pero el pequeño estaba empeñado en amargarle la vida a Enzo, porque cada vez que lo acostaban en la cuna lloraba y cuando lo sacaban y lo colocaban en la cama no solo dejaba de llorar, sino que sonreía.

—Creo que esa cama tiene algo incómodo, quizás es el colchón —dijo una preocupada Nicol.

—Amor, ese colchón no tiene nada, es solo capricho de Johannez —expresó con impaciencia.

—Amor, ¿cómo vas a decir eso de un niño inocente?

“¿Inocente? Si es un pequeño demonio, más sabio que nosotros dos juntos, los bebés de pecho somos nosotros, definitivamente a este si es que hay que vigilarlo, porque con lo manipulador que es con solo dos semanas de nacido, no quiero saber qué no será capaz de hacer cuando tenga quince años”, pensó en su interior, pero ni loco se atrevería a exteriorizar ese pensamiento.

Al final tuvo que soportar que el bebé
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