Capítulo 9. Desayuno con silencios
El sol filtraba sus rayos cálidos por los ventanales del comedor, bañando la estancia con una luz dorada que contrastaba con el frío que Rebecca sentía por dentro. Llevaba puesto un camisón de seda que le había dejado una de las mujeres de la casa en su habitación esa mañana. Aún no entendía del todo por qué estaba comenzando a preocuparse por su aspecto, pero era una costumbre que había adoptado inconscientemente desde que empezó a convivir con Edgardo.
Él ya estaba sentado a la mesa, con un periódico en la mano y una taza de café humeante frente a él. Como siempre, llevaba una camisa perfectamente planchada, con las mangas remangadas hasta los codos, dejando ver los antebrazos fuertes y marcados. Rebecca apenas desvió la mirada cuando él levantó los ojos del periódico y la observó en silencio.
—Buenos días —dijo ella con voz baja, tomando asiento al otro extremo de la mesa.
—Dormiste bien —no era una pregunta, era una afirmación dicha con esa voz profunda y calmada que siempre logra