Capítulo 7. El precio de la rabia
Rebecca no podía dejar de pensar en Teresa, esa mujer se había convertido en una presencia constante, como una sombra que se deslizaba por los pasillos con demasiada libertad. Lo que más dolía no era su presencia, sino cómo Edgardo la permitía.
Lo había visto con ella varias veces esa semana, como si lo que hubiera pasado entre ellos no fuese importante.
Había algo en su cercanía que le revolvía el estómago, y no eran solo celos, sino más bien, era una mezcla amarga de inseguridad, frustración y miedo.
Temía que esa conexión que apenas empezaba a formarse entre ella y Edgardo, se deshiciera sin siquiera haber tenido una oportunidad.
Aquella tarde bajó las escaleras con la intención de salir a caminar por los jardines, pero al pasar cerca del salón, escuchó una risa que le resultó insoportablemente familiar. Teresa, quien parecía querer ser la dueña y señora de la casa.
Se asomó, impulsada por algo que ni siquiera ella entendía, y allí estaban. Teresa de pie junto a él, demasiado cerca