Capítulo 37. En la profundidad del lazo
La noche había caído como un manto espeso sobre Buenos Aires, envolviendo la ciudad en un silencio casi reverente. En la mansión Montenegro, el ambiente estaba cargado, tenso, y también íntimo. La amenaza latente que representaba la alianza entre Teresa y Elías comenzaba a presionar desde las sombras, pero por un instante, en la privacidad de su habitación, Edgardo y Rebecca se entregaban al único refugio seguro que conocían: el uno al otro.
Rebecca estaba sentada junto a la ventana abierta, el camisón de seda que llevaba puesto, se deslizaba suavemente por su piel mientras la brisa nocturna acariciaba sus brazos. Miraba sin ver, perdida en pensamientos que no terminaba de entender del todo. Hernán y Luis, junto con sus decisiones que los habían expuesto al creciente conflicto con Edgardo, y todo se mezclaba dentro de ella con una fuerza abrumadora. Sin embargo, también estaba ese otro sentimiento, más profundo, más silencioso, que crecía cada día con más firmeza: amor. Un amor que