Alessandro se había comportado como un verdadero príncipe con su esposa. Natalia, por su parte, se había enamorado de su pequeñín desde el primer instante en que lo tuvo en brazos. Por eso, no quiso que nadie más se encargara de cuidarlo; deseaba experimentar cada etapa de su bebé con sus propias manos. Aceptaba los consejos de Ofelia, claro, pero todo lo demás lo hacía ella misma, acompañada siempre de Alessandro, que no se apartaba de su lado.
La primera noche en el hospital él permaneció allí, velando su sueño. Natalia ya no rechazaba sus caricias ni sus besos. Al verlo tan preocupado, tan volcado en ella, algo se derritió en su interior y decidió perdonarlo. En el fondo, le hacía falta tenerlo cerca.
Al salir del hospital con el pequeño Matteo en brazos, la villa entera los recibió con alegría. El personal los esperaba para felicitarlos, y la casa vibraba de felicidad. Nunca había visto a Alessandro tan pleno, tan radiante. Era hermoso cuando sonreía, y a Natalia le fascinaba cont