La enfermera sintió un vuelco en el corazón al ver a Alessandro tan quebrantado, con los ojos vidriosos y el rostro contraído por la angustia. A simple vista se notaba que aquel hombre, temido por muchos, estaba perdidamente enamorado de su esposa.
—La señora Farreti se encuentra bien —afirmó con suavidad.
Alessandro la miró con incredulidad, como si sus oídos lo engañaran.
—¿Está segura? —preguntó, la voz apenas un murmullo.
—Completamente. Como puede ver, el bebé está sano, y ella está en muy buenas condiciones.
Él frunció el ceño, confundido.
—Pero… el doctor, hace unos minutos, me dijo que Natalia estaba muy mal.
La enfermera negó despacio con la cabeza, casi con ternura.
—Su esposa le rogó al doctor que le hiciera creer eso. Al parecer está disgustada con usted y… se inventó todo. Pero la verdad es que tanto ella como el bebé están fuera de peligro.
—¿En serio? —repitió Alessandro, con el alma en vilo.
—Completamente —aseguró la mujer con una leve sonrisa—. Acabo de dejarla con m