Luego del enfrentamiento con Alessandro y tras verlo marcharse, Natalia sintió cómo la tensión en su pecho comenzaba a ceder poco a poco. El silencio de la villa se volvió casi insoportable. Sin nada más con qué ocupar su mente, encendió la televisión con la intención de distraerse y apagar cualquier pensamiento. Pasó los canales sin prestarles demasiada atención, hasta que un programa de farándula captó su interés: la antesala de un evento benéfico en Nueva York, lleno de personalidades influyentes y rostros de la alta sociedad.
Miraba distraída… hasta que la cámara se centró en él. Alessandro apareció en pantalla, impecable, con ese porte que siempre lo distinguía. De inmediato, un cosquilleo recorrió el cuerpo de Natalia, un efecto inevitable que él le provocaba sin importar dónde estuviera. Sus ojos se quedaron fijos en la pantalla, como si fuese una fanática contemplando a su estrella favorita.
Pero el brillo en sus ojos se apagó en cuanto el nombre de Anabella fue mencionado. La