—Voy a la cocina mientras tengo hambre. —Tocó su pancita y luego dio unos pasos y se detuvo—, yo no me refería a mi abuela Alondra, sino a doña Ofe —expresó—, mi mamá dice que así lo llamaba —expresó.
La mirada de Ely se llenó de nostalgia al recordar a la abuela, y ladeó los labios.
—Ya recuerdo, a ella le fascinaba venir a recolectar café, y cantar en los cafetales —rememoró y suspiró profundo—, me alegra saber que tienes buen apetito, es importante que te alimentes bien. —Acarició la mejilla del niño con ternura.
—No tardo —mencionó—, mi mamá me espera. —Señaló a Pau.
Una vez que el niño se retiró, Ely lo contempló, sonrió al ver lo bien que se desenvolvía, a pesar de ser tan pequeño.
—Es muy inteligente —le dijo a Pau al instante que llegó donde ella—, y muy desenvuelto, mi Gabo no era así —suspiró profundo.
Pau le sonrió y la miró a los ojos.
—Tampoco yo —respondió—, me he esforzado mucho por hacerlo seguro y le he dado todo el amor que tengo, para que se sienta amado y prot