MORGAN
Me giré para enfrentarme a él, mi curiosidad venciendo a cualquier otra cosa. Y cuando lo vi, un impacto extraño recorrió mi pecho. Porque él era, sin lugar a dudas, hermoso. De una forma peligrosa y letal.
Su cabello era negro como la medianoche, rebelde y desordenado, enmarcando un rostro afilado y atractivo que parecía haber sido tallado por manos expertas. Pero lo que realmente me dejó sin aliento fueron sus ojos. Grises azulados. Fríos y penetrantes, como si pudieran desentrañar cada uno de mis secretos con solo mirarme. Y, al mismo tiempo, había algo oscuro en ellos. Algo que me llamaba.
Y los tatuajes... Oh, Dios, los tatuajes que asomaban por el cuello y continuaban por sus brazos, visibles bajo las mangas remangadas de su camisa blanca. Líneas oscuras y precisas que contaban historias que quería desentrañar con mis dedos.
—Hola, pequeña —dijo, su voz profunda y ligeramente rasposa, con un tono que me hizo estremecer.
—Hola... —respondí, con la lengua un poco más suelta