Morgan
Las felicitaciones y aplausos resonaron alrededor, pero apenas los percibí. Mis pensamientos estaban centrados en Stefan, en la forma en que me miraba, en lo que significaba este matrimonio que acabábamos de consumar con un simple "sí".
Mi padre y mi madre fueron los primeros en acercarse. Mi madre, Catherine, con su elegancia habitual y su mirada crítica que ni siquiera hoy se tomaba un respiro, me plantó un beso en la mejilla.
—Estás radiante, querida. —Su voz era tan fría y calculada como siempre, pero algo en sus ojos dejaba ver un atisbo de orgullo.
—Gracias, madre. —Respondí con la formalidad que nuestra relación siempre exigía.
Mi padre, William, fue más efusivo. Sus manos me sujetaron por los hombros con una fuerza que se sentía casi como un recordatorio de quién era yo y de lo que esperaba de mí.
—Has hecho lo correcto, Morgan. —Su sonrisa era firme, casi complacida.
—Por supuesto, padre. —Forcé una sonrisa, porque era lo que debía hacer. No importaba que