STEFAN
Al llegar al lugar de la reunión, la oscuridad de la noche envolvía el edificio abandonado que habíamos adaptado para este tipo de encuentros. Era discreto, alejado de miradas indiscretas y con la seguridad suficiente para evitar sorpresas desagradables.
Mis hombres ya estaban apostados en sus posiciones estratégicas, preparados para cualquier cosa que pudiera salir mal. Saludé a un par de ellos con un simple asentimiento de cabeza mientras avanzaba por el pasillo largo y sombrío que conducía a la sala principal. El silencio era absoluto, interrumpido solo por el eco de mis pasos y el suave crujir de la madera bajo mis zapatos.
Nikolai iba detrás de mí, tan silencioso como un fantasma. Sabía que su mano descansaba cerca del arma que llevaba oculta bajo la chaqueta. Siempre precavido, siempre preparado para desatar el infierno si la situación lo exigía.
Abrí la puerta de la sala sin dudar. En el centro, rodeados por dos de sus hombres, estaban los representantes de la bratva. Iv