Capitulo 8

—¿Qué diablos te dije sobre dejar de gritar? —me tomó del cabello y me obligó a mirarlo—. Más te vale cuidar esa boca... A menos que quieras que te mate. Te contaré un secreto: me gusta ver los cuerpos humanos sin vida. Lo adoro. Hacen menos ruido que un ser vivo tan miserable. Lo más hermoso es cuando me ruegan por su vida.

Lo miré fijamente mientras soltaba mi cabello. Me levanté con dificultad, llena de rabia. Empuñé mis manos, y con un grito de dolor, lo pateé para luego levantarme.

—¡TE HABLO COMO QUIERA! ¡ERES UN ENFERMO ASQUEROSO! ¡NO ERES NADA Y NUNCA SERÁS MI ESPOSO! —tomé un libro que estaba sobre la mesa y se lo lancé—. ¡No te atrevas a tocarme! ¡Nadie puede lastimarme, idiota! Yo quiero un hombre que me ame, que vea mis cualidades, que me adore, que quiera formar una familia. Uno con unos ojos hermosos que solo me miren a mí —suspiré, soltando una sonrisa suave—. Quiero que cada momento sea único y eterno en nuestros pensamientos.

Él suspiró, mirándome.

—Tú jamás aprendes.
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