A lo lejos, en el borde del bosque, hubo un movimiento apenas perceptible. Un cuervo voló bajo, atravesando la niebla, y desapareció tras ramas secas. Seraphine fijó la vista en esa dirección más tiempo del necesario, como si algo desde allí le devolviera la mirada.
Se oyeron pasos regulares acercándose por el pasillo. Golpearon suavemente la puerta.
—Adelante —dijo.
Evelyne entró con una pequeña bandeja de té caliente y pan tostado.
—Esta mañana está algo tranquila, Majestad.
—Tranquila no siempre significa segura —respondió Seraphine sin volverse.
La sirvienta dejó la bandeja sobre la mesa, luego dudó.
—Alaric ya está despierto. Está… en el patio de entrenamiento.
Seraphine la miró de reojo.
—¿Desde cuándo?