La nieve caía espesa, en olas lentas y silenciosas, mientras el bosque ardía a sus espaldas. La sangre goteaba de los colmillos de la Loba plateada de su padre. El pelaje de su madre brillaba bajo la luz de la luna, cubierto de hollín y llamas, mientras giraba la mirada hacia Seraphine.—Corre —gruñó su padre, su voz vibrando con poder—. Sobrevive, Seraphine. Debes sobrevivir.Ella no quería. Su corazón le gritaba que se quedara, que luchara junto a ellos, pero su Loba—Alice—ya la estaba arrastrando lejos, cojeando, sangrando, llorando dentro de su mente.Esa fue la última vez que Seraphine escuchó las voces de sus padres. Aquella noche, la Manada Mooncliff cayó.Un chapoteo de agua fría y fétida la arrancó de ese recuerdo, arrastrándola al presente.Seraphine jadeó, tosiendo, los ojos abriéndose de golpe. El hedor húmedo de moho, sudor y traición llenó su nariz.Ya no estaba en el bosque.Sin luz de luna.Sin familia.Sólo un suelo de concreto agrietado y tuberías oxidadas.—¿Por fin
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