Minutos después, la vi recomponerse con una gracia que me partió el alma.
Retocó sus labios. Enderezó la espalda. Y volvió a ser la anfitriona perfecta.
Yo fui a buscar a mi madre, que acababa de llegar del aeropuerto y miraba alrededor como si el lugar le recordara algo que prefería olvidar.
—Madre —le dije al acercarme—. Ven. Quiero que conozcas a Valeria.
Ella me miró con ese rostro de porcelana, frío pero bello, y asintió.
La llevé hasta donde Valeria hablaba con una pareja de donantes. En cuanto me vio acercarme, su rostro se suavizó. Dio un paso hacia nosotros, y antes de que pudiera presentarla, mi madre ya estaba hablando.
—Así que tú eres la famosa Valeria. —Le ofreció la mano con esa elegancia cortante que solo mi madre manejaba—. He escuchado muchas cosas. Buenas… y otras interesantes. Espero que mi hijo se este comportando como un caballero. A veces se le olvida que las personas a su alrededor no son robots como el quiere creer que es.
Mi madre siempre había sido un espír