Pietro VanderweedEl sol comenzaba a asomar por el horizonte cuando finalmente abrí los ojos. Mi cabeza retumbaba, ese maldito dolor de cabeza no me dejaba en paz. Había bebido más de lo que debía la noche anterior, y sabía que ahora estaba pagando las consecuencias. Pero, al menos, no me había dejado llevar por el caos de mi hermano Nikolas, que siempre se excede con sus fiestas. Yo no era así. Nunca lo había sido.Miré alrededor, y una sensación extraña me recorrió el cuerpo. El mar estaba a unos metros, y el viento aún traía consigo el aroma salado. Me senté, frotándome los ojos, intentando ordenar mis pensamientos. Recordaba fragmentos dispersos de la noche: la risa, la conversación, el alcohol que no dejaba de fluir… y, por supuesto, la mujer."Una mujer."Pero, por más que lo intentaba, no lograba recordar quién era. Algo en su rostro, en su cuerpo, me era familiar, pero la neblina de la resaca nublaba mi memoria. Sentí una frustración creciente, no porque me arrepintiera de hab
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