Kany entró con los ojos nublados, el dolor creciendo, la conciencia deslizándose fuera de foco. Apenas alcanzó a tomar la mano de Gianluca y susurrar.
—No me dejes sola…
—Nunca.
Zayd llegó al hospital por pura coincidencia.
Estaba ahí por otro asunto médico relacionado con la fundación de su padre, pero cuando escuchó el nombre de Kany entre el personal de emergencia, se paralizó.
Preguntó. Insistió. Suplicó.
Y terminó en la misma sala de espera, frente a Gianluca, que tenía la camisa manchada de sangre y los ojos fijos en la puerta.
El silencio entre ellos fue tan denso que casi dolía.
—¿Qué pasó? —preguntó Zayd, sin mirarlo directamente.
—Está en cirugía. El sangrado fue severo. Pelin está adentro con ella.
Zayd se sentó, apretando los dientes.
—¿El bebé?
Gianluca bajó la cabeza.
—No sabemos aún.
El silencio volvió. Pero ya no era sólo incómodo. Era triste. Real.
Zayd respiró hondo, sin orgullo, sin ira.
—¿Ella… sigue pensando que hice lo correcto al decirle que…?
—No —interrumpió G