El señor Mateo me llevó a mi habitación; esta era enorme. No esperaba menos, puesto que la mansión gritaba lujo por todos lados.—Bien, espero que te guste. En caso de que no sea así, me dices para así buscar otra recámara.—Claro que me gusta, mejor dicho, me encanta.—Es bueno saberlo, bien, te dejo que te acomodes. Mi habitación es la siguiente, la que está de frente y al final del pasillo.Saber que me encontraba cerca de la habitación del señor Mateo era algo que me ponía nerviosa. Era un hombre muy apuesto que tenía dicha habilidad.—Se lo agradezco, espero que descanse.A pesar de que tenía todas las comodidades para dormir profundamente, simplemente no podía conciliar el sueño y me limitaba a ver por la ventana.—Dios, pensar que estás en algún rincón de la capital, es algo que me pone demasiado nerviosa —dije mientras miraba la ciudad desde la ventana de mi cuarto. —¿Por qué has tenido que salir libre, Austin? Tú ni siquiera tienes perdón de Dios por haber matado a tu hija.C
Cuando le dije esto al señor Mateo, sus ojos se abrieron y mostraron una profunda desesperación. Se acercó a Sofía, que estaba pálida y que parecía haber abandonado este mundo.—No, tú no me puedes abandonar, Sofía. Sabía bien lo que era despedirse de un bebé. Estos seres no deben partir tan pronto, así que debía hacer algo para evitar que ella se fuera antes de tiempo.—Deme a la niña —la tomé de sus brazos —, necesito llevarla a la casa.Salí corriendo con ella, fui al botiquín que estaba en su cuarto y ahí pude encontrar una pera de succión. Rápidamente, lo utilicé mientras la ponía de lado, logré sacar una cantidad de vómito increíble. Al momento de succionar la nariz, la niña lanzó un llanto que eliminó la tensión del cuarto.—Eso es, mi vida —miré cómo el color estaba regresando a sus mejillas —. Gracias por quedarte aquí, con nosotros.Las lágrimas del señor Mateo dejaron en evidencia lo mucho que quería a su sobrina, cuando la puse en sus brazos fue que lanzó un profundo susp
—¿Aló? —contesté al ver el número desconocido parpadeando en la pantalla—. ¿Quién habla?—¿Hablo con el señor Mateo Montessori? —preguntó una voz femenina, suave pero cargada de urgencia.—Sí, él habla. ¿Quién es usted?—Señor Montessori, le llamamos del Hospital Central. Es urgente que venga de inmediato. Su hermana… ella está aquí. ¿En cuánto tiempo puede llegar?Me puse de pie con brusquedad, ya tomando el saco del respaldo de mi silla.—Estaré allí en media hora. ¿Tienen helipuerto? Supongo que sí.—Sí, lo tenemos. Por favor, venga lo antes posible.Corté la llamada y salí de la oficina como un rayo.—¡Marta! —le grité a mi asistente mientras caminaba hacia el ascensor—. Prepara el helicóptero. ¡Ahora!Era la única forma de acortar lo que por carretera serían más de tres horas. No podía permitirme perder ni un minuto. El zumbido de las hélices cortó el cielo. El helicóptero se alzó como un ave metálica, y el viento me azotó el rostro, pero nada podía aplacar la tormenta dentro de
Perspectiva de Rocío.—¡Eres una estúpida!La bofetada me azotó con tal fuerza que mi vientre, ya crecido, se estrelló contra la esquina del comedor. Un dolor agudo me atravesó el cuerpo. La visión se me nubló. Extendí una mano temblorosa, buscando a ciegas algo a lo que aferrarme para no caer.—Austin… me duele. Por favor, llévame al hospital —suplicaba entre jadeos.—¡Suéltame! —gruñó, empujándome sin contemplaciones.Caí al suelo como un peso muerto. Me quedé allí, doblada, con los brazos protegiendo mi vientre, mientras él continuaba escupiendo su veneno.—Deja de hacerte la víctima. No sirves para nada. Mi madre tenía razón: meterme contigo fue una maldita estupidez. Y ni siquiera estoy seguro de que ese bastardo sea mío. Eres una zorra.—Te juro… —Mi voz se quebraba, mi alma también—. Te juro, por la memoria de mi madre, que este bebé es tuyo. Solo… por favor, llévame al hospital.Austin bufó con desprecio.—No voy a perder mi tiempo contigo. Tengo que trabajar. Alguien tiene qu
Austin no respondió de inmediato. Sus ojos se clavaron en el rostro de su subordinado con una fijeza que erizaba la piel. En ese silencio, cargado de una tensión eléctrica, el hombre empezó a sudar. La humedad de la celda se volvió insufrible. Un zumbido leve, como el de un enjambre invisible, llenó el aire.Y entonces, Austin explotó.—¡¿QUÉ DIJISTE?! —rugió, lanzándose contra las rejas con una fuerza animal que hizo retumbar los barrotes.El impacto resonó como un latigazo en la piedra. El subordinado dio un salto hacia atrás, tropezando con el banco del pasillo, pero no se atrevió a huir. Sabía que eso solo lo pondría en peor situación.—¿¡Cómo carajos permitiste que eso pasara!? ¡Te di una orden clara! ¡Te dije que no podía haber cabos sueltos!Austin apretó los puños contra las rejas, los nudillos blancos, los ojos desorbitados, la saliva, escapando de sus labios por la furia descontrolada. Parecía más una bestia acorralada que un hombre. Golpeó los barrotes una y otra vez, hasta
En serio que esto es raro, generalmente los hombres venían con sus esposas o novias. Pero él venía solo.—Sí, venga por aquí.Comencé a mostrarle todo lo que se podía necesitar para una recién nacida. Me sorprendía todo lo que iba llevando, ese hombre no tenía ningún asco a la hora de seleccionar lo más costoso que teníamos.—Necesito una cuna, ¿Tienen?—Sí, por aquí.Lo llevé a la sección de muebles y él señaló varias cosas que habíamos tenido desde hace mucho tiempo y que los clientes no se llevaban porque eran muy costosas.—Le tengo que decir que el transporte corre por su cuenta, no sé si tenga inconvenientes con eso.—No, no tengo. Sí, tienen a alguien para ir a dejarlo a mi casa, pueden llamarlo.Le dije a la señorita Cecilia sobre el transporte y fue ella quien hizo la llamada. Ya se había preparado la factura y todo lo que este hombre llevaba, cuando escuchamos un llanto desesperado.—Demonios, se ha despertado.El largo suspiro de aquel hombre dejó en evidencia la preocupaci
Una vez que el mareo me pasó, miré al cliente que había venido ayer. Él me sostenía con un solo brazo y había cierta preocupación en su mirada.—¿Se encuentra bien? —él me sentó en una silla y se puso de cuclillas frente a mí —la miro un tanto mal, si desea, podemos ir al hospital.—No, detesto los hospitales.—Bueno, tenemos algo en común.La sonrisa de aquel hombre parecía ser sacada de un maldito anuncio de pasta dental, incluso la madre del Chucky que me agredió estaba babeando.—Señora, su hijo me ha pegado muy fuerte en la cabeza. En serio que no puedo entender cómo es que lo trae aquí si sabe que es un niño inquieto.—Él solo quería jugar y tú te atravesaste en su camino. Mi hijo es un ser lleno de amor y bondad.Tenía ganas de ahorcar a esa mujer con mis propias manos; los culpables son los padres por ser tan permisivos y no esas criaturas.—Al menos dígale que me ofrezca disculpas, el golpe fue muy fuerte y todavía la cabeza me está dando vueltas. Es lo mínimo que él podría h
Cuando me dio la cantidad de dinero escrita en un papel, me quedé petrificada. Eso era más dinero del que ganaba en la tienda en todo el año.—Lo único que pido es que seas aseada y no me niegues la leche porque mi sobrina la necesita.—Escuche, eso es mucho dinero —alcé mi mirada —. La tienda va a cerrar dentro de poco, así que me quedaré sin trabajo.—¡Entonces vente a vivir conmigo!Cuando él miró mi cara de sorpresa por semejante propuesta, sacudió su cabeza de un lado hacia el otro. —Lo siento, al parecer no estoy coordinando del todo bien mis palabras. Lo que quiero es que te mudes a mi casa para que así mi sobrina tenga la oportunidad de comer cuantas veces desee.—No lo sé, tengo mi casa y me gusta tener mi espacio. Solo si es demasiado necesario es que me iría, de igual manera tengo que terminar de trabajar aquí para poder acceder a lo que me pide.—¿Y qué vamos a hacer mientras tanto?—Lo que se ha venido haciendo desde ayer, puede traer a la niña y la voy a amamantar.Al f