Ella se quedó inmóvil, sin saber si llorar o agradecer.
—¿Qué haces aquí?
—Rocío me llamó —dijo, acercándose—. Me dijo que estabas sola. Que necesitabas a alguien que te sostuviera sin condiciones. Y… bueno. Aquí estoy.
Ella soltó la maleta. Las lágrimas, contenidas, comenzaron a caer en silencio.
—No tengo adónde ir, Gianluca. No quiero quedarme aquí. No puedo…
Él le sostuvo el rostro entre las manos, sin prisa, sin miedo.
—Entonces ven conmigo. No voy a dejar que enfrentes esto sola.
Por primera vez, Kany no se sintió débil. Se sintió elegida. Protegida. Viva. Asintió en silencio. Gianluca tomó su maleta y le abrió la puerta del auto.
Fue en ese momento que escuchó la voz de Zayd detrás.
—¡Kany!
Zayd bajó corriendo por las escaleras al darse cuenta de que Kany se había ido en serio. Su corazón latía como un tambor. Cruzó el hall, empujó la puerta principal… y ahí la vio.
Kany estaba frente al portón, y no estaba sola.
Zayd se detuvo en seco.
El hombre que la sostenía, que tomaba su