El interior del vehículo era elegante, con un suave olor a cuero y un silencio que contrastaba con el estruendo de sus pensamientos. Christian conducía con una calma aparente, pero su sonrisa burlona y su mirada de reojo la hacían sentir como una presa. El coche se detuvo frente a un pequeño, pero ostentoso, restaurante de alta cocina. La fachada, de ladrillo oscuro y luces tenues, le hizo saber que no era un lugar para un sueldo como el de ella.
—Este lugar es discreto y perdido fuera de las avenidas principales, pero es mi lugar favorito para comer en compañía —dijo Christian con una risa burlona mientras la invitaba a pasar.
Sam se sentía fuera de lugar. Christian pidió vino sin siquiera preguntarle, y se acomodó en su silla con una arrogancia que la molestó profundamente. La tensión entre ellos era palpable. Christian la miró con sus ojos azules, penetrantes, y la sonrisa se le borró de la cara.
—Hablemos claro, Sam. Mi hermano no está preparado para ser un líder. Esta empre