Fabio no pudo concentrarse en nada durante el resto del día. Las palabras de Christian seguían resonando en su cabeza, mezcladas con la imagen de Sam, herida y humillada. El dolor era un pozo sin fondo, y él se sentía atrapado en él. No había forma de salir. Se levantó de su silla, tomó su chaqueta y salió de la oficina, ignorando a su secretaria. Necesitaba aire, necesitaba pensar.
se montó en el coche y le pidió a su chófer que lo llevara a su destino. Observaba por la ventana mientras pasaban por avenidas y calles estrechas alejándose cada vez más del tumulto del centro.
La ciudad, con sus luces y sus ruidos, parecía un mundo ajeno. Él era un fantasma que se movía por las calles, sin rumbo, sin destino. Al llegar al cementerio, el sol ya se estaba poniendo. La luz naranja y morada se filtraba entre los árboles, creando sombras alargadas que se movían con el viento. Se detuvo frente a una lápida de mármol blanco, con el nombre de Cloe grabado en ella. Se sentó al lado, aclarando s