31- Más cerca de algo, más lejos de todo.
El aire dentro del viejo almacén era pesado, con un olor a humedad, moho y a décadas de abandono. Fabio y Christian, con las linternas de sus teléfonos en la mano, empujaron las enormes puertas de metal y entraron en el interior tras romper la cerradura —no sin esfuerzo—. Era un espacio amplio y oscuro, con telarañas que colgaban del techo y el hedor de algún pequeño animal muerto llenando sus narices.
Caminaron en silencio, con el corazón latiendo con fuerza. No sabían qué encontrarían, pero la voz de la muerte seguía ahí, cayendo sobre sus hombros.
—¿Estás seguro de que esto era de nuestro padre? —preguntó Fabio mientras alumbrada a cada lugar con la linterna.
—Estoy seguro. Esté aquí lo que buscan o no, ya no lo sé, pero este lugar es de nuestro padre.
Las luces de las linternas peinaban cada estantería, cada rincón. No había nada destacable, sólo polvo y cartones acumulados.
Mientras avanzaban, estaban perdiendo la esperanza. No parecía que fuera el lugar, a menos que hubiera