Mundo ficciónIniciar sesiónCuando llegamos a casa, le encargaste a Brian que trajera bebidas y snacks, así que le indiqué dónde quedaba el supermercado. Por cuestiones de seguridad, mi edificio no tenía portero eléctrico y sólo se podía ingresar con la llave de la puerta de calle, porque la tenías o porque alguien bajaba a abrir. Así que le di a Brian las llaves de casa. El custodio miró el llavero, casi sorprendido, y se volvió hacia su jefe como pidiendo traducción.
—Tercer piso, apartamento diez —repetiste sonriendo.
Nahuel y los Finnegan ya bajaban de la otra SUV y mi hijo venía agitando los brazos como si gritara un gol. Le salté al cuello y me levantó en el aire. Unos bocinazos interrumpieron nuestro festejo y vimos que Beto estacionaba a medias a pocos metros. Él y Laurita saltaron fuera del auto y dejaron las puertas abiertas para correr a abrazarnos, mientras nuestros distinguidos invitados reían con recato y algunos transeúntes apuraban el paso para pasarnos por al lado, mirándonos con







