Los cortes de Darn arrancaron bien y la gente siguió bailando frente al escenario. Ya eran más de la mitad del público, doscientos sueños hechos realidad para mí. Las presentaciones de los chicos obtuvieron todos los gritos y aplausos esperables, y me sorprendió que subieran de intensidad cuando Jero me presentó a mí.Señalé a la gente en el último corte y lo cubrí con el “¡Yeah!” que abría el último estribillo, y la gente seguía aplaudiendo.Pequeño momento de felicidad y revancha, mientras Martín y Claudia, su caniche más estable, eran los únicos que permanecían sentados a su mesa, directamente frente a mí. Los demás, sus amigos de toda la vida, habían venido a mezclarse con quienes bailaban a nuestros pies, a nuestro ritmo, nuestras canciones, y vivaban al guitarrista que él se había negado a ser para perderse entre las sombras.Momento de gratitud porque fuera éste el show que vos y Ray veían, sentados allá al fondo con Ashley, Nahuel, Mariano y dos tipos más. ¡Y el muy maldito de
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