Conversaban mientras él pintaba, con toda naturalidad. Toda la extrañeza de la situación había desaparecido. Ya no resultaba una intrusión en su vida, esta extraña. Ya no era una molestia conversar con ella. Era como si estuviera sentada allí en el estudio, con él, junto a la ventana desde donde le llegaba su voz.
—¿Y a qué te referías con guerra de orgullo? Tendrás que perdonarme, pero lo que me dices suena a batalla perdida, si él se salió con la suya y tú tienes que morderte la lengua para no sentirte peor.
—Pero eso lo que yo te cuento de la situación, Stewart, no lo que él ve.
Advirtió que no había vuelto a llamarlo ‘Stu’, pero no quería mencionarlo y distraerla de lo que estaban hablando. Por primera vez se mostraba humana y falible, con dudas y sentimientos.
—¿No? ¿Cu