La computadora estaba sobre una mesa esquinera bajo la ventana lateral, enchufada para no gastar batería. Stu habló desde el medio del estudio, volviéndose hacia la ventana mirador que se abría a la playa.
—¿Cómo me escuchas? —preguntó.
—Bien, claro, ¿por qué?
—Ahora sé que no preciso estar pegado a la computadora.
—Sí, es un alivio compartido.
—¿A qué distancia estás tú de tu computadora?
Ella rió por lo bajo. —Estoy hablando con auriculares desde mi teléfono, que está en mi bolsillo mientras limpio mi casa.
—Oh. Yo aún no comprendo estos teléfonos táctiles, por eso sigo con la computadora. Le pedí a Ray que la trajera al estudio.
—¿Estudio?
—La habitación donde me gusta encerrarme a pintar y esc