Capítulo 36. Hice mi trabajo
Liana se vistió en un silencio tenso. El vestido verde esmeralda de terciopelo que Lucifer había ordenado era una obra maestra de la opulencia, diseñada para gritar propiedad. El color, intenso y vibrante, contrastaba con la palidez y la quietud pétrea de su rostro.
Se miró al espejo, sintiendo el peso del collar de diamantes, frío y pesado sobre su piel. Era la joya en disputa, el símbolo de la deuda de su padre y, ahora, el grillete más hermoso que existía. Se veía como una reina, pero se sentía como un maniquí.
Lucifer entró en la suite. Se había cambiado a un smoking negro, disimulando magistralmente las vendas bajo la tela. Su cabello oscuro estaba peinado hacia atrás, y sus ojos, aunque rodeados por leves sombras de agotamiento, irradiaban una autoridad brutal.
Se acercó a ella, pero mantuvo la distancia que Liana había marcado.
—Perfecta —susurró Lucifer, su mirada fija en el reflejo de ella, en el brillo indomable en sus ojos a pesar de todo.
—Solo soy un objeto bien ves