Capítulo 20. Dame mi libertad
NARRADOR:
El viaje en el jet privado desde Milán a Roma fue un infierno silencioso, un espacio de mármol y cuero donde la tensión y la fiebre eran los únicos ocupantes.
Lucifer, herido gravemente en el hombro, luchaba contra una infección incipiente y una rabia interna tan poderosa que su cuerpo temblaba visiblemente bajo su camisa abierta.
Liana, actuando como su enfermera y estratega, lo mantenía con vida. Esta dependencia física era una humillación que Lucifer despreciaba, o más bien, fingía despreciar con cada aliento
.
Liana le limpió la frente, su tacto profesional y distante, pero la proximidad la obligaba a sentir el calor anormal que emanaba de él.
—¿Qué te enoja tanto, Lucifer? —cuestionó Liana, sofocada no solo por el aire enrarecido de la cabina, sino por la furia que irradiaba de su cuerpo, casi palpable.
—Enfoca tu atención en el viaje y lo que encontraremos en Roma. Ya te dije que mis asuntos son míos.
La voz de Lucifer era un gruñido ronco, la debilidad l