Esa noche, después de que el equipo se despidiera y el local quedara de nuevo en silencio, la celebración fue más íntima, más profunda. La victoria contra Alejandro y Beatriz no había sido solo profesional, sino personal. Había cimentado su unión.
Mateo y Sofía se encontraron en la cocina, bajo la luz tenue de las campanas extractoras, que ahora parecía una iluminación suave y romántica.
—Lo hicimos —susurró Sofía, acercándose a Mateo—. Lo hicimos.
Mateo la atrajo hacia él, sus brazos rodeándola con fuerza.
—Lo hicimos, mi amor. Juntos.
Sus labios se encontraron en un beso que era una declaración. Ya no había dudas, ni culpas, ni sombras del pasado. Solo la pureza de su amor. El beso se hizo más intenso, el deseo, más urgente. La pasión que había estallado en la noche de la crítica, ahora ardía con una llama constante, profunda, la manifestación física de la conexión que los unía.
Las manos de Mateo se deslizaron por la espalda de Sofía, desatando su delantal, que cayó al suelo suavem