El eco de la celebración aún vibraba en las paredes de "El Sabor del Amor", un murmullo de risas y brindis que se negaba a disiparse. La victoria sobre Alejandro Soler, la reafirmación del restaurante como el corazón de La Latina, el legado de Don Ricardo… todo había culminado en una noche inolvidable. Pero a medida que la última copa se vaciaba y el último invitado se marchaba, Mateo y Sofía se encontraron en el silencio de su hogar, un silencio que ya no era de conflicto, sino de una profunda y prometedora calma.
Se quedaron solos en la cocina, la única luz provenía de la tenue iluminación ambiental, creando un halo íntimo alrededor de ellos. Estaban cansados, sí, agotados por la emoción y el ritmo frenético de los últimos meses, pero en sus rostros brillaba una felicidad serena, la satisfacción de quienes han librado una batalla y han ganado, no solo por el triunfo, sino por la integridad de su lucha.
Mateo se acercó a Sofía, que estaba apoyada en la encimera, sus brazos rodeándola