Alexander apareció repentinamente, su presencia llena de autoridad. Valeria se alejó un paso del hombre rubio, quien se mostró intrigado por la llegada del magnate. Alexander, sin mediar palabra, deslizó una mano posesiva sobre la cintura de Valeria y la atrajo hacia sí.
—Valeria, cariño, ya todo está listo para la compra —soltó con una voz melosa y forzada que era totalmente ajena a él—. Vamos por aquí.
El rubio se quedó en silencio, una expresión de perplejidad cruzando su rostro. Bajó la mirada y, solo en ese momento, se percató del abultado vientre de Valeria. Llegó a la conclusión obvia; ese hombre, con su actitud de dueño, era su pareja. Decidió esfumarse sin más, dejando la escena.
Valeria y Alexander salieron de allí después de finalizar el papeleo. Ya en el auto, el hombre se mantuvo inusualmente silencioso. Ella sabía que algo más estaba cociéndose bajo esa superficie tranquila.
—Tengo un poco de hambre —informó Valeria, rompiendo el tenso silencio.
La reacción de Alexander