La pregunta fue tan directa y salió de la nada que Alexander dio un respingo, pisando suavemente el freno. Su semblante, que antes reflejaba alivio, se endureció con una cautela inmediata.
—No. Dina no tiene hermanos. Que yo sepa, ella es hija única. ¿Por qué lo preguntas?
Valeria sintió el escrutinio en su tono. Tuvo que mentir.
—Solo... curiosidad —confesó, encogiéndose de hombros—. Estuve pensando en el apellido. Beaumont. Es llamativo.
Alexander no se quedó satisfecho con esa respuesta. La miró de reojo, sus ojos grises llenos de intriga.
—No te basta con la curiosidad, Valeria. ¿De dónde has sacado esa necesidad de preguntar por la familia de Dina? —insistió.
Ella no pudo sostenerle la mirada. El recuerdo del sobre amarillo y el nombre de Isabella Beaumont la taladraban.
—De verdad, Alexander. Simplemente pensé en ella. Es todo.
Él regresó la vista a la carretera, pero la preocupación era evidente en el apretar de su mandíbula. El hecho de que Valeria preguntara por herma