Alexander se removió en la cama. Fingía tranquilidad, pretendía que se encontraba bien, pero sucedía todo lo contrario. Dentro de él se desconocía, sintiendo ese tipo de emociones que no había experimentado nunca, y ahora, el impulso de manejarlas se volvía algo que no estaba dentro de su alcance.
Valeria, a su lado, se removió entre las sábanas y volvió a darle la espalda. Aunque no se sentía cómoda en esa posición, no quería voltearse hacia el lado contrario y tener que verlo. Pensó que no le hablaría, que lo dejaría dormir tranquilamente. Pero cuando menos se lo esperó, volvió a escuchar su voz profunda.
—He pensado en ir de compras mañana. Necesito comprarte ropa. Necesitas ropa nueva.
Ella no se inmutó, sin mirarlo refutó.
—No es necesario que me compres ropa. No veo que haya una razón para ello.
El hombre, sin decirle nada, la giró cuidadosamente hacia él. El giro repentino la paralizó por unos segundos. Los ojos grisáceos e intensos del hombre la perforaban. Se sentía casi com