El bar estaba poco concurrido, el ambiente era perfecto para una conversación íntima. Alexander y Leo se sentaron en la barra, una botella de whisky entre ellos. Alexander había hablado, y ahora, el silencio se sentía pesado. Leo se sirvió otro trago, sus ojos fijos en la copa.
—Así que... —empezó Leo, su voz baja, todavía aferrado a la sorpresa—. Diana y Alejandro no descubrieron de esa manera que Valeria es la hija que perdieron, en cambio Dina fue adoptada. Vaya, ¡es una locura!
Alexander asintió.
—Así es...
—Y te casaste con ella no solo por los bebés, sino por lo que ella representa, por la alianza, por el imperio que ahora le pertenece.
Alexander volvió a asentir.
Leo suspiró y se pasó una mano por la cara, el shock todavía era evidente. Luego, una sonrisa irónica se dibujó en sus labios. Le dio una palmada en el hombro a Alexander.
—No me extraña. Sabía yo que mi amigo no se casaría por amor, sino siempre por algo más importante.
Leo le hizo una seña al barman.
—Tráenos dos.
*