TANYA RHODES
Mis pies dejaron de tocar el piso y comencé a patalear, exigiendo que me soltaran, cuando el caos explotó con más fuerza.
—¡Deténganlo! ¡Se va a lastimar! —gritó Steward y entonces lo vi. Viggo se había levantado con dificultad de la cama, sus piernas temblorosas fueron recobrando fuerza con cada paso que daba hacia mí.
Intentaron sujetarlo, tirando de sus brazos para que retrocediera, pero él siguió avanzando con una fuerza brutal que parecía inhumana, arrastrando a los enfermeros que colgaban de sus brazos, y con la mirada fija en mí.
Se los sacudió de encima sin dejar de avanzar, cuando la doctora se puso en su camino.
—Viggo, tienes que regresar a la cama, estás recién operado —suplicó posando sus manos en el pecho de él, pero parecía que no la escuchaba, ni siquiera la veía. Con un solo movimiento la hizo a un lado, arrojándola al piso.
—¡Suéltenla! —Viggo soltó un grito profundo y gutural, casi como un rugido bestial. Los enfermeros que me sujetaban parecían sor