TANYA RHODES
Me quité los pantalones con torpeza, casi cayéndome, mientras giraba la llave de la regadera. El agua fría comenzó a caer a mis pies, salpicándolos, y mi ansiedad aumentó. Me arranqué la blusa antes de ponerme bajo el agua.
Comencé a tiritar mientras me abrazaba a mí misma, podía imaginarme el vapor que desprendía mi cuerpo al contacto con el agua fría y, aun así, no era suficiente. Mi corazón estaba atragantándose con mi propia sangre, cada vez le costaba más latir.
Desesperada me quité el brasier, rasguñándome la piel en el proceso, mis manos temblorosas no ayudaban. Entonces volteé hacia la puerta del baño, estaba abierta y él estaba ahí, viéndome en completo silencio.
—Lo siento, escuché ruido y me preocupé —dijo Noah no muy convincente. Sus ojos cada vez estaban más negros por la excitación y la lujuria que comenzaba a hervir en su sangre—. ¿Estás bien?
Me abracé a mí misma, cubriéndome los pechos, mientras esperaba a que todo explotara. Solo faltaba un mínimo mov