NOAH THORNE
—No tienes que hacerlo —dijo Johnson mientras me calzaba los guantes—. ¿Estás loco? Es tu propio hijo.
—Es la única manera en la que estaré tranquilo sabiendo que se hizo un buen trabajo y que Tanya está fuera de riesgo —contesté sin voltear a verla.
—No eres el único que sabe hacer esto, pero si serás el único que pierda algo ahí adentro —agregó con firmeza, pero la ignoré.
Entré al quirófano e inhalé profundamente, sintiéndome intimidado por ver a Tanya en esa mesa, inconsciente y sangrando. Cerré los ojos por un breve momento, sacudí la cabeza y traté de enfocarme, imaginar que no la conocía, que era una paciente cualquiera y que, lo que iba sacar a pedazos, no era mi hijo.
Después de tanto tiempo pensando que ese bebé era una carga, una responsabilidad que no pedí, el peso de su pérdida me estaba quemando el pecho. Me moví de manera mecánica. Tomé los instrumentos y comencé a trabajar, aunque con cada paso me sentía más perdido y vacío.
El procedimiento fue un éxi