77. ENCUENTROS
[SOFÍA]
Al día siguiente: 14 de noviembre
Salir de la habitación de Francesco cada mañana se siente como intentar escapar de un museo custodiado por cientos de cámaras invisibles. Cada movimiento debe ser medido, silencioso, casi imposible de ejecutar. Cierro la puerta con extremo cuidado, conteniendo la respiración, y me deslizo por el pasillo en punta de pie, consciente de que cualquier sonido podría delatarme.
Mis dedos rozan la barandilla del pasillo, y siento cómo el corazón se me dispara con cada paso. Mi cabello todavía está un poco desordenado, el perfume de su piel en mi ropa, y el calor de mis mejillas grita, sin permiso, la verdad de lo que ocurrió anoche.
Y entonces, al doblar la esquina, lo veo.
—William —susurro, con un hilo de voz que traiciona mi nerviosismo.
Él está allí, de pie, impecable en su traje oscuro, como si cada pliegue hubiera sido colocado con intención estratégica. Sus ojos azules me recorren de pies a cabeza y siento un escalofrío que me atraviesa. Es im