61. PERSEGUIDOS
[SOFÍA]
La bandeja del desayuno todavía descansa sobre la mesa baja, con las tazas vacías y los restos de fruta a medio comer. El olor a café se mezcla con el de su piel, todavía impregnada en mi memoria. Me miro en el espejo del vestidor mientras termino de ajustar el cinturón del vestido. Francesco está detrás de mí, acomodando su camisa frente a otro espejo. El contraste me arranca una sonrisa: los dos sabemos que lo que ocurrió esta mañana nos desarmó, pero aquí estamos, vistiéndonos como si el mundo no pudiera sospechar nada.
—¿Lista? —pregunta, lanzándome una mirada rápida desde el reflejo.
—Lo estoy si tú lo estás —respondo, recogiendo el bolso.
La mañana en Milán tiene un aire elegante, casi solemne. Bajamos al lobby del hotel y, como era de esperarse, algunos curiosos nos siguen con la mirada. El detalle de Valentino & Co. de ponernos en la misma habitación está haciendo su trabajo: la prensa empieza a comentar, las redes hierven, y nosotros debemos encarnar la imagen perfect