59. DISTINTO
[FRANCESCO]
La habitación está envuelta en una penumbra suave. Apenas un resplandor se filtra desde las cortinas mal cerradas y dibuja un trazo dorado sobre la alfombra. Afuera, Milán sigue vivo: bocinas lejanas, el rumor de algún motor deportivo rugiendo en las calles, voces que se apagan en la madrugada. La ciudad nunca descansa, pero aquí dentro reina una calma que parece ajena a todo.
Sofía duerme a mi lado, profundamente, como si al fin hubiera encontrado un refugio. Está de medio lado, con el rostro apenas girado hacia mí, y su cabello caramelo se derrama sobre la almohada como una sombra desordenada. La sábana la cubre hasta la cintura, dejando al descubierto la curva suave de su hombro y el dibujo de su espalda que todavía late con el calor de lo que acabamos de compartir.
La observo con una devoción que me sorprende. Sus labios entreabiertos dejan escapar una respiración lenta y regular, y sus párpados, cerrados en un sueño tranquilo, esconden esos ojos grises que me persigue