Nikolaus Hoffman
Después de ese encuentro imprevisto, vergonzoso y casi irónico con Kuno en los estacionamientos de Empresas Davies, Eva y yo no hemos vuelto a dejarnos arrastrar por la tentación de algo así, algo que pueda manchar la imagen que debemos sostener dentro de estas paredes.
Sin embargo, más rápido de lo que esperaba, comprendemos que la verdadera amenaza no está en los rumores ni en la reputación, sino en lo podrido que está el corazón de esta empresa.
El auditor de Empresas Hoffman lleva cinco días revisando cada documento, cada transacción, cada mentira disfrazada de balance. Lo que en un principio parecía un desfalco de trescientos millones de dólares ahora se revela como un agujero negro de quinientos millones. Medio imperio perdido en manos de la incompetencia y la avaricia.
Y aquí estamos, sentados en la sala de juntas, frente al hombre que arrastró la herencia del abuelo de Eva al borde del precipicio.
—El abuelo tenía una empresa sólida, Rowan —dice Eva con la voz