Damián.-

A mi nana le dieron de alta, ya no había nada que hacer en la clínica, su condición era estable dentro de lo que cabe, me dolía mucho verla en ese estado, verla expresar con sus ojos y sus lágrimas lo que con sus labios ahora no puedo, sin poder evitar sentir culpa, estaba preocupada por mí y eso le afectó.

Dejé a Tom en la mansión encargado de todo, para comodidad de mi nana y que buscara un enfermero que ahora se ocupara de ella, mientras yo… trataba de olvidar todo este caos, por lo menos en los negocios y en la empresa.

Mire el enorme edificio, aunque no tenía cara de ver a nadie, tenía deberes que cumplir. Al cruzar las puertas de vidrio la recepcionista me hace señas, la observo a través de mis gafas, sigo la dirección en la que se me mueven sus ojos y me quedo de piedra a la pequeña jovencita que se encuentra sentada en el sillón hojeando una revista.

— ¿Martina? –me acerco rápidamente a ella, ha pasado un año desde la última vez, ha crecido, muy atrás quedó