Stella se inclinó suavemente sobre Oliver. Con una sonrisa fingida, acarició la mejilla del pequeño y, apenas un par de segundos después, se apartó.
—Crecen tan rápido —comentó con un tono dulce, aunque cargado de indiferencia.
Luego se acercó hacia Ethan, quien se encontraba de brazos cruzados analizando el comportamiento de su madre.
—¿Podemos conversar en tu oficina, hijo? —preguntó colocando su mano sobre sus brazos.
Ethan frunció el entrecejo, pero accedió sin replicar.
El pelirrubio siguió a su madre mientras Jazmín observaba la escena con inquietud y llena de desconfianza. Tatiana, que no le quitaba ojo a Stella, se le acercó con la misma suspicacia hacia su amiga.
—¿A qué habrá venido esa mujer? —murmuró— ¿No te parece raro?
—Sí —admitió Jazmín—, pero es la madre de Ethan y Oliver, es su nieto.
—Sí, pero nunca había pisado esta casa. Ni cuando nació el niño. Y ahora aparece así como si nada.
Jazmín trató de convencerse a sí misma.
—Las personas cambian… ¿no? —Per